Lo primero siempre ha sido lo oral. Curiosamente existen lenguas en el mundo que siguen sin escribirse, sin embargo no hay ninguna lengua escrita que no se hable. Todos hemos aprendido a hablar y a escribir después. Pero,
¿es la lengua oral lo mismo que la lectura? ¿Puede un escritor escribir sin leer? ¿Puede un lector llegar a escribir? ¿Quién puede escribir? ¿Cómo puede escribir? ¿Cuál es la relación de poder entre ambos conceptos? Las respuestas a todas estas cuestiones están enlazadas a dos términos: formación e información.
Si todo el mundo se lleva la mayor parte de su tiempo hablando, en lugar de escribiendo, incluso en la generación tecnológica en la que estamos inmersos, enganchados a móviles, ordenadores, redes sociales. ¿Significa que la lengua oral es más importante que la
lengua escrita? ¿Cuál es la relevancia de los trazos grabados en un papel, en una pantalla, o incluso en piedras y paredes?
Los primeros pueblos que la conocieron adquirieron una ventaja competitiva respecto a los demás, gracias a la elaboración de estrategias, fijación de instrucciones o inscripción de leyes.
La escritura se tomó como fuente para dejar constancia de la propiedad. Fomentó el desarrollo del comercio. Formuló nuevos medios de pago complementarios al dinero. Los escritos facilitaban información fehaciente, que permitirían viajar, tanto en el espacio físico, cobrando fundamento las cartas de navegación, como en el temporal, dejando constancia a través de datos históricos, descriptivos y culturales. Gracias a ella se han podido
transmitir ideas, convirtiéndose en una forma de manifestarse.
La invención de la escritura marca el final de la prehistoria y el comienzo de la historia. Las tres primeras civilizaciones que la emplearon fueron Sumeria, a base de pictogramas, Egipto, a través de símbolos jeroglíficos y China, mediante ideogramas con miles de caracteres. Esto nos lleva a la siguiente cuestión:
¿Cómo podemos obtener información de otras culturas? A través de la escritura. Por ejemplo, en la prehistoria encontramos los dibujos realizados en las paredes de las cuevas que nos dan pistas sobre el tamaño, sus sistemas de caza, los animales que habitaban. Ahora imagina que visitamos un museo, mediante la observación de sus pinturas, otra forma de manifestación escrita, obtenemos información de cómo vivían, vestían, sus costumbres, supersticiones, modas, y estos datos son los que nos permiten formarnos (formación). Pensemos en los inicios de la comunicación a distancia, emisor y receptor, en la que se utilizaban palomas mensajeras, las cuales han evolucionado y derivado en correos, emails, chats, redes, enviándose
mensajes estratégicos mediante textos escritos. Volvemos a destacar ambos conceptos.
¿Y si del pasado nos vamos al futuro? Y no lejano, indaguemos en qué hubiera sucedido si la pandemia que estamos viviendo hubiese arrasado con la raza humana, y quedase sólo un pequeño grupo de personas que tuvieran la posibilidad de repoblar la tierra.
¿Qué ocurriría si no existieran libros, es decir, información? Si ello sucediera, tampoco cabría la posibilidad de formación, partiríamos de cero desde el desconocimiento, en lugar del conocimiento.
El porcentaje en el que retenemos la información va a depender de cómo la recabemos, siendo mayor si escribimos, practicamos o experimentamos, es decir, del nivel de formación. (Ver gráfico)
Sin embargo, es fundamental la lectura, ya que de nada sirve la escritura, si no sabemos interpretarla y comprenderla. Y cuando hablo de leer, no me refiero sólo a libros o a letras. Yo, por ejemplo, me llevo todo el día leyendo números, porque a través de ellos obtenemos mucha información, por ejemplo, leyendo modelos de impuestos, nóminas, balances, cuentas de pérdidas y ganancias.
¿Cómo aprendemos a leer los números? Con formación.
Para terminar, voy a contar una anécdota que pone de manifiesto la importancia de la escritura, la lectura y la posesión y posición de poder gracias a los términos que se han ido repitiendo en este artículo. Estaba trabajando cuando vino una persona a solicitar información para atajar un problema. Tras escucharla, le facilité la solución. A medida que le iba contando, ella apuntaba en taquigrafía (signos y abreviaturas para transcribir a la misma velocidad a la que yo hablaba). Miré lo que estaba escribiendo y ella me lo mostró con una sonrisa. Era impensable que yo supiera lo que ponía.
¿Y si apuntaba algo que no fuera de mi agrado, ya que el tema que estábamos abordando era delicado? Aquí cobra importancia la lectura, la interpretación y entendimiento de los signos. ¿De qué sirve la escritura si no se sabe leer? En ese instante, cogí un bolígrafo, leí lo que había anotado y la corregí con la misma técnica que ella había empleado, en taquigrafía (formación). Al hacerlo se restableció la posición de poder. La información y formación son elementos imprescindibles para posicionarse y establecer ventajas competitivas, y están directamente relacionadas con la lectura y escritura.
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