María Asunción Artigas pasó sus últimos días de embarazo en el Pozo de Banfield, una dependencia de la policía la Provincia de Buenos Aires que funcionaba como centro clandestino de detención, tortura y exterminio (CCDTyE). Años después, la lucha de una maestra permitió que María Victoria Moyano Artigas recupere su identidad.
En la planta baja donde se encontraban detenidos María Asunción y su esposo Alfredo Moyano, secuestrados el 30 de diciembre de 1977, estaba la oficina del jefe y una sala de tortura junto a otras habitaciones. En el primer piso había calabozos, oficinas, comedor, cocinas y baños, al igual que en el segundo piso. En ese contexto nació Victoria un 25 de agosto de 1978.
Apenas ocho horas fueron las que permaneció al lado de su mamá, que le pudo dar el pecho, aunque se lo habían prohibido.
"Lo hizo porque le quería dejar una marca", contaría más tarde una de las
sobrevivientes del Pozo en los juicios. Ya por la mañana, Oscar Penna, secretario de la Brigada de San Justo, se la llevó y la entregó a su hermano Víctor y su pareja, Elena Mauriño.
Durante 9 años María Victoria llevo el apellido de su apropiador, Víctor Penna. Exactamente diez años después del secuestro de su madre, un 30 de diciembre de 1987, el análisis de ADN ordenado por el juez Padilla confirmó su
verdadera identidad.
Tres días antes habían llegado a su casa el juez, fiscales y una gran cantidad de policías para decirle que su abuela la estaba buscando, y para detener a su apropiadora (el supuesto padre había fallecido).
La denuncia a Abuelas de Plaza de Mayo la realizó su maestra de primer grado, Olga Fagundez, quién conocía a los apropiadores y ante el comentario de una amiga de que Victoria fue
“un regalo”, empezó a sospechar.
Un día después de la noticia, Victoria conoció a sus abuelas Blanca y Enriqueta en el juzgado de Morón. Lo primero que hicieron fue mostrarle fotos de sus padres, contarle qué hacían, por qué luchaban y con qué soñaban. Estuvo en Buenos Aires un tiempo más y luego se mudó a Uruguay, dónde pasó la adolescencia en la casa de la infancia de su mamá y conoció más de cerca la historia de su familia.
Es significativo que la restitución de una nieta se haya dado a partir de la lucha de Olga Fagundez, maestra y militante del Partido Socialista de los Trabajadores, ya que marca un hecho histórico en mantener la lucha por
la Memoria, la Verdad y la Justicia en
nuestro país.
“Nuestro trabajo en el aula tiene mucho valor debido a que podemos entrar en el seno de las familias. Tenemos un poder enorme”, afirma Olga Fagundez.
Por la memoria de quienes aún buscan su identidad, resulta valioso rememorar las historias que son parte constitutiva de nuestra historia como Nación y nos recuerdan de la importancia de ejercitar la
reconstrucción social de un pueblo que lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia.Otras notas de esta sección