Históricamente varias áreas del conocimiento les han sido vedadas a las mujeres. La Ciencia no fue una excepción. Si bien algunas luchas se están librando en el plano de lo cultural, y apuntando a todas las edades, las miradas se centran en las primeras infancias: una libre elección de juguetes y el estímulo de la diversidad al momento del juego se torna fundamental para erradicar los estereotipos de género.
El espacio de juego y recreación es un aspecto esencial para el desarrollo de las niñeces, incluso puede transformarse en una causa determinante al momento de la elección de las profesiones. Ahora bien, ¿los juegos y juguetes influyen en la decisión de las carreras o los caminos profesionales?
El entretenimiento no está despojado de las estructuras patriarcales, y por el contrario, en algunos casos perpetra un alejamiento de las mujeres de determinadas áreas de conocimiento. Entre ellas, la ciencia.
La
Editorial Infantil Chirimbote, destinada a la promoción de infancias libres y sin violencia, plantea en sus talleres y actividades que
“cada vez que una niña se trepa a un árbol, o que cambia el juego de cocina por la pelota de fútbol, y cada vez que un niño prefiere jugar a las muñecas, se libra una batalla en el universo”. De todas maneras, la lucha continúa en pie y la transformación profunda aún se hace desear.
La escritora, comunicadora, editora e integrante de la Editorial, Nadia Fink, asegura que los modelos estereotipados de género, que se reproducen en los juguetes, alejan a las mujeres de la Ciencia y de determinadas profesiones, porque a partir de estos modelos se motiva más a los chicos, que, a las chicas, en ciertas áreas del intelecto.
“Si a una niña solo le habilitamos juegos que tengan que ver con las tareas de cuidado –que no se remuneran, que se distribuyen de manera desigual respecto de los varones y no en paridad- como la cocinita, un bebote, la escoba; mientras que a un niño le ofrecemos juegos para experimentar o de acción, pues sin dudas será mucho más complejo que, cuando crezcan, sepan que las oportunidades y opciones son amplias, muy amplias”, remarca.
Otro elemento sobre el que invita a detener la atención es en los cuentos:
“¿quiénes llevan una vida activa y llena de decisiones? ¿y quiénes esperan pacientemente?”. En esta línea Fink también cuestiona por qué en ellos las brujas son presentadas como malas y “no como lo eran, mujeres de conocimiento y sanadoras, sabias y conocedoras de la naturaleza”. “Sin dudas todo esto colabora a alejarlas, alejarnos, pero estamos en las ciencias, como en otras áreas”, enfatiza en diálogo con EduCrear.
En una sociedad en la que las canchas de fútbol le son impedidas a las niñas, y con ello la posibilidad de relatar partidos o de ser directoras técnicas, “no hay lugar para que ellas o ellos elijan lo que quieran, se anula la diversidad y también, de a poco, la diversión”. Además dicha situación impulsa crianzas donde no se distribuyen las tareas y eso tiene un “alto” impacto en las adulteces. Más del 70 por ciento de las tareas de cuidado recaen sobre las mujeres y eso implica que tengan dobles, e incluso triples, jornadas laborales.
Por eso, con el objetivo puesto en avanzar hacia una democratización de los juegos, la comunicadora de Chirimbote propone ofrecerles, tanto a los niños como a las niñas, todos los juguetes posibles, para que puedan elegir con libertad.
“Es una buena forma de romper con lo impuesto y con el sexismo”, considera.
¿Y dentro de las aulas?
Laura Bosticardo es profesora de nivel inicial, licenciada en Psicopedagogía y diplomada en Educación Emocional. También dicta jornadas y capacitaciones docentes sobre diferentes temáticas, entre ellas, acerca de la
Educación Sexual Integral (ESI). Si bien percibe que el juego es una herramienta fundamental, ya que el mismo incrementa el conocimiento, resalta que lo cultural o las cuestiones de género no son los únicos aspectos determinantes en la elección de las carreras.
“La profesión es algo tan fuerte en la elección de un ser humano que no lo podemos supeditar solamente al juego, es algo mucho más complejo”, analiza Bosticardo en conversación con
EduCrear. En este marco considera que las profesiones se encuentran más vinculadas al ámbito psicoanalítico y con aquella identificación que se pueda dar con las figuras paternas y maternas, y con sus caminos profesionales.
Al requerir el tema un análisis multidimensional, globalizador y complejo, la psicopedagoga no deja de lado la herencia cultural, ni tampoco las luchas que se vienen dando en el ámbito del género -para que se produzca un cambio de perspectiva e inclusión-.
No obstante señala que aún hay nenas que “echan a los nenes si quieren jugar a cuidar un bebé de juguete y nenes que las echan si hay partido de fútbol”.
“Hay generaciones jóvenes de padres que todavía no atienden a estas cuestiones y los niños lo traen como si fuese en su ADN las separaciones del rosa y el celeste y los juegos de nenes y nenas, sin embargo el nivel inicial es pionero en estos temas y hace años que estamos haciendo reuniones con las familias relacionadas con la ESI, cuestiones de la genitalidad, del respeto hacia el otro, de las elecciones, del proceso de gestación y el nacimiento”, detalla.
En sintonía plantea que la actual situación de la mujer en la Ciencia se debe a que aún no se puede romper con el mandato cultural que tenemos arraigado. “No se trata solamente que exista una mirada machista que nos prohíbe a las mujeres participar en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET) generando la vacuna del COVID, sino que se trata de que nos dicen desde la sala de dos, a través de los diseños curriculares y a través de la política educativa, para que lleguemos al secundario con la cabeza quemada o como mujeres pensantes”.
Ser mujer y científica: La historia de Fabiana
A veces una anécdota o un evento particular pueden ser la llave para abrir la puerta de un nuevo mundo o el impulso que transforme el mundo propio.
Fue a los siete años cuando a Fabiana Rossi le cambió el suyo: quedó asombrada cuando su papá encontró un renacuajo de sapo y lo llevó a su casa para que tanto ella como su hermano lo vieran. Así fue como durante varios días pudieron observar cómo la larva de este anfibio se desarrollaba hasta eventualmente convertirse en sapo.
“Tenía siete años y recuerdo que la transformación me maravilló”, rememora quien actualmente es licenciada y doctora en Biología e investigadora postdoctoral en el CONICET.
Aunque era uno de los pasatiempos que más disfrutaba, no la dejaban ver mucho la televisión. Esta situación la incitaba a buscar otras actividades para divertirse. Si bien en su casa contaba con muchos recursos para hacerlo, (elementos para pintar, dibujar, bloques para armar estructuras, libros para leer e imaginar, instrumentos musicales, juegos de ingenio para pensar, entre otros), también jugaba y aprendía con elementos de uso cotidiano. Arroz, cereales, cartones, cajas. Imaginaba junto a su hermano cómo combinarlos para finalmente… ¡entretenerse!
Ninguno de sus padres estudió en la universidad, de todas maneras, ambos eran personas muy instruidas y curiosas, que generalmente podían responder todas las preguntas que brotaban de la mente inquieta de la, en ese entonces, futura bióloga.
“En ese sentido, la educación que recibí en el colegio y en mi hogar fomentaron mi curiosidad y mis ganas de saber”, subraya.
De todas maneras comprende que la desigualdad de género es innegable en la coyuntura científica. “Si bien el número de mujeres que trabajan en ciencia ha ido aumentando en las últimas décadas y actualmente el número de investigadoras jóvenes es semejante al de los investigadores de sexo masculino, históricamente las carreras científicas siempre fueron un ámbito en el que había una mayor proporción de hombres, que de mujeres”, problematiza.
Asimismo, rememora que a las mujeres se les dificultaba trabajar en el ámbito científico ya que generalmente les adjudicaban el cuidado de los hijos o las tareas domésticas, y las mismas no eran compartidas con un par. Sumado a que los criterios de evaluación científica no contemplaban el proceso de la maternidad.
“Yo entiendo la ciencia como un proceso creativo, en el que uno tiene que investigar e instruirse, para luego poderse hacer las preguntas adecuadas y diseñar experimentos que le permitan contestarlas. Definitivamente mi curiosidad y vocación seguro tienen un rol importante en la determinación de mi carrera, pero la influencia del contexto durante mi infancia fue determinante para mi desarrollo personal y profesional como científica”, enfatiza Rossi.
Entonces la invitación es clara: sino caminamos hacia una educación que fomente la diversidad de juegos y posibilidades, la ciencia, entre tantas otras áreas, seguirán siendo afines a un sistema excluyente que realce, y continúe realzando, las prácticas patriarcales. Otras notas de esta sección