Hace 28 años, un grupo de jóvenes misioneros decidieron acercarse a los niños y niñas de los cerros salteños que tenían la dificultad para continuar con sus estudios secundarios debido a las distancias que debían recorrer para acceder a las escuelas

Para esos chicos y chicas, la única oportunidad de estudiar y crecer era la que ofrecían las instituciones educativas rurales plurigrado, a las que en muchos casos se llegaba luego de varias horas a lomo de mula o de extensas caminatas.

Con el objetivo de cambiar sus realidades, la Fundación Grano de Mostaza -creada en 2004-, empezó a acompañarlos con ayudas económicas para que logren culminar sus estudios. En general, estos grupos de alumnos suelen ser los primeros en su familia que terminan este ciclo.

“Nuestro nombre tiene que ver con un pasaje bíblico, ya que el grano de mostaza es de las semillas más pequeñas que existen, pero llega a ser un gran árbol con buenos frutos. Esto tiene que ver con la posibilidad de que un pequeño aporte pueda cambiarle la vida a muchas personas”, nos explicó Sandra Pierdominici, Directora Ejecutiva.

Su tarea fue en crecimiento constante. Actualmente acompañan a más de 300 jóvenes en sus 9 sedes de Salta, Santiago del Estero, Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Don Torcuato. 



La misión principal de quienes hacen Grano de Mostaza es promover la integración e inclusión social en igualdad de condiciones mediante programas de desarrollo educativo y social. Su proyecto más importante es “Mi proyecto de Vida”, que comprende alojamiento de los estudiantes en una residencia, alimentación, tutorías, talleres y acompañamiento a las familias, para que estudiantes puedan ingresar y sostener sus estudios secundarios.

Además, hay una búsqueda por empoderar el trabajo en equipo, que se conozcan las distintas herramientas tecnológicas. También se trabaja en la creación de espacios dónde se puedan pensar desde el trabajo, ya sea de manera formal o en algún microemprendimiento.

“Siempre supimos que darles una beca no alcanzaba para generar cambios a largo plazo, por eso priorizamos la cuestión socio-educativa. Que desarrollen habilidades sociales y emocionales los empodera y les permite pensarse para adelante”, detalla Pierdominici.

La Fundación Grano de Mostaza cuenta con un diferencial metodológico: el camino del aprendizaje se hace mediante el juego. Según su Directora Ejecutiva así es cuando las personas “muestran lo que piensan, sienten y se enriquecen”



Otro de los programas que realizan es “Artesano de Mi Vida”, en el cuál adolescentes y jóvenes en situación de vulnerabilidad social trabajan en su desarrollo personal a través del arte. Creado en 2017 junto con la Fundación Los Naranjos y desarrollado en Don Torcuato, los estudiantes se forman como ceramistas en pro de una inclusión social y laboral. Como resultado, se ofrece un Programa integral que vincula las artes plásticas, la educación y la formación para el trabajo, involucrando diversas disciplinas para complementarse y acrecentar las posibilidades de los adolescentes y jóvenes.

“Notamos que los proyectos que llevan adelante les permite mejorar su autoestima, trabajando el yo para que entiendan que puedan, que van a ser escuchados y que generen la confianza para concretar sus proyectos de vida”, comenta Sandra.

Durante los casi 20 años que tiene la Fundación Grano de Mostaza en promover el desarrollo socioemocional integral de niños, niñas y adolescentes lograron mejorar el contexto de estudiantes de diferentes regiones de Argentina.

Como reza uno de sus lemas “Darte una oportunidad, de eso se trata”