El martes 9 de julio de 1816 en la casa de Francisca Bazán de Laguna, declarada Monumento histórico nacional en 1914, tenía lugar el momento en el que se consiguió la Independencia de Argentina de la Corona de España.
Ese año convergieron dos hechos fundamentales para la
historia nacional: la declaración de la independencia y la organización final del plan continental del general José de San Martín, que sería el garante de esa independencia y la llevaría más allá de las Provincias Unidas del Río de la Plata
El contexto en que ocurrió este hecho fue complejo: España se había liberado de los franceses y el rey Fernando VII, que había vuelto al trono, se predisponía a recuperar los territorios americanos que estaban en manos de los revolucionarios. El ejército realista había comenzado a avanzar por toda la región derrotando a una parte de los movimientos independentistas americanos.
“Ese Congreso se reunió en las peores condiciones posibles en cuanto a la lucha por la independencia. La última expedición al Alto Perú había sido derrotada en la batalla de Sipe-Sipe, en Chile se restauró el poder realista, una expedición de España derrotó a Bolívar en la zona actual de Venezuela y Colombia, el Río de la Plata estaban casi solas sosteniendo la causa de la independencia”, afirma el historiador Daniel Campione.
Ante esa situación, las Provincias Unidas se juntaron para decidir qué hacer frente al peligro reinante. El Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas en Sudamérica se congregó en San Miguel de Tucumán para limar asperezas entre Buenos Aires y las provincias, pues sus relaciones estaban deterioradas.
El 9 de julio de 1816, los diputados de las Provincias Unidas del Río de la Plata se reunieron en San Miguel de Tucumán y declararon su independencia del gobierno español. De este modo, después del proceso político iniciado con la Revolución de mayo de 1810, se asumió por primera vez una voluntad de autonomía.
Cada provincia eligió un diputado cada 15.000 habitantes. Las sesiones del Congreso se iniciaron el 24 de marzo de 1816 con la presencia de 33 diputados de los 34 elegidos.
“Es una fecha central de la historia argentina. Tiene un matiz distinto al 25 de mayo porque estuvieron representadas las provincias”, reflexiona Campione.
El diputado sanjuanino Francisco Narciso de Laprida preguntó:
"¿Queréis que las Provincias de la Unión sean una Nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli?". Todos contestaron afirmativamente. De inmediato, se labró el Acta de la Emancipación.
La Proclama
Mientras preparaba en Cuyo al Ejército que cruzaría Los Andes, San Martín se mostraba impaciente para que el Congreso reunido en Tucumán proclamara la Independencia. En una de las cartas enviadas a uno de los congresales, el representante de Cuyo, Tomás Godoy Cruz, escribía:
"¿Hasta cuándo esperamos para declarar la Independencia? ¿No le parece a usted una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional, y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos?". Y concluía: "Veamos claro, mi amigo, si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo este la Soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir a Fernandito".
El contexto era sumamente complejo, los realistas habían recuperado amplios territorios en América, entre ellos, Chile y buena parte del Alto Perú, lo que constituía toda una amenaza para las Provincias Unidas. En Europa, se asistía a la restauración de las monarquías; en la Banda Oriental, podía constatarse el avance portugués; y en el plano interno, las relaciones entre el gobierno central y el litoral estaban quebradas. Asimismo, las relaciones entre Buenos Aires y provincias que participaban del Congreso no estaban exentas de tensiones.
“Hay varios errores en la interpretación de ese día. El más importante, sin duda, es suponer que se declaró la independencia de la Nación Argentina. Esto es consecuencia de la difusión del principio de las nacionalidades que supone a las naciones como la expresión política de pueblos identificados por una serie de rasgos y por poseer o reclamar un territorio”, asegura el investigador del
Instituto de Historia Argentina “Dr. Emilio Ravignani”, Fabio Wasserman
Finalmente, el acta de la Independencia se firmó el 9 de julio de 1816, donde prevaleció una postura que representaba el mandato de la mayoría de las provincias: investir a las Provincias Unidas del "alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli". Quedaba expresamente rechazada toda fórmula intermedia que habilitara algún tipo de protectorado. Se trató, pues, de una manifestación clara, acorde con el pedido de San Martín, de declarar la Independencia absoluta de las Provincias Unidas respecto a la corona española y "de toda otra dominación extranjera", según la fórmula agregada a la proclama días después en las siguientes sesiones del Congreso.
“El Congreso se planteaba crear un nuevo estado de cosas que contribuyera a legitimar al nuevo orden tanto a nivel externo como interno al procurar poner fin a la guerra civil. No es casual que el Manifiesto a los Pueblos que publica pocos días después el Congreso hiciera un llamamiento a poner fin a la revolución (entendida como esa serie de conflictos sociales, políticos, ideológicos y regionales) y dar principio al orden”, resalta Wasserman
La proclama se publicó en español, en quechua y aymará con el fin de incorporar al proceso a los pueblos originarios.
El lugar del suceso
La
casa histórica de Tucumán se construyó en 1760. Pertenecía a una importante familia local, la de Francisca Bazán, esposa de Miguel Laguna. Era una casa con varias habitaciones, patios que las conectaban y su único ornamento eran unas columnas salomónicas ubicadas a los costados de la puerta principal.
Después de ser sede del Congreso donde se declaró la Independencia, fue alquilada para la imprenta del ejército, el servicio de Telégrafo y el Juzgado Federal. En 1869, el fotógrafo Ángel Paganelli, que visitaba la ciudad de San Miguel de Tucumán, registró el deterioro del edificio a solicitud de un grupo de vecinos para llamar la atención de las autoridades en pos de la conservación.
En 1904, el gobierno la restauró, pero debido a su pésimo estado tuvo que demoler gran parte de la vieja casa. La única parte que fue salvada fue el Salón de la Jura de la Independencia. La reconstrucción intentó ajustarse al máximo en cada detalle del edificio original utilizando, incluso, los mismos tipos de ladrillos, tejas y baldosas.
En 1941 fue declarada monumento histórico. Actualmente funciona como museo y es centro tradicional de los festejos por la Declaración de la Independencia.
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