Dentro del problemático Sistema Penitenciario existe un Proyecto que se ramifica a partir del camino de hormiga que lleva adelante Ana Sicilia, licenciada en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Quilmes. Nacida y criada en Burzaco, la periodista posee una mirada crítica sobre la situación de quienes están privados y privadas de su libertad y sostiene que, un libro en la mano de un interno les genera un “cambio de actitud”.
Su vinculación con la lectura durante su juventud fue escasa, ya que en su casa no era algo imprescindible, ni tenían plata para comprar libros, pero siempre le maravilló ese mundo.
“Los libros dan la posibilidad de mostrar que no todo está perdido”, explica Ana.
Su llegada a las cárceles se dio a través de Julián Maradeo, periodista e investigador, quien le extendió una invitación para que Alicia relatara su experiencia con la escritura para internos que participaban del espacio “El Ágora”, en la Unidad N°9 de La Plata. Luego de compartir esa visita en el blog de la comunicadora, los chicos la leyeron y en el segundo encuentro les propuso sumar más obras literarias. A través de redes sociales, Sicilia solicitó que quienes puedan donaran algún texto: se recibieron más de 300 ejemplares.
Ese fue el puntapié inicial para comenzar una recorrida por las cárceles del Gran Buenos Aires con la misión de llenar de libros los pabellones.
“Me interpela que entran sin mirarte a los ojos y con el correr del tiempo cambian su actitud corporal y hasta me piden recomendaciones”, sostiene la tallerista de la Unidad N°43 de González Catán, donde los internos le pusieron su nombre a la Biblioteca móvil que allí se encuentra.
Ana tuvo que luchar contra el prejuicio de muchos internos.
“Muchos veían el packaging de una chica rubia, modelo, pero por dentro todos tenemos nuestros padecimientos. En algunos momentos pude haber tenido menos que los que están privados de su libertad”, comenta.
A principio de año se acercó por primera vez a una cárcel de mujeres, a la Unidad N°40 de Lomas de Zamora. Allí ya existía una biblioteca y decidió “darle un aire fresco” con libros actualizados y con perspectiva de género.
“A veces se dan luchas dentro del movimiento feminista donde se termina hablando de las personas vulneradas, pero ¿esas personas llegan a esta bibliografía? Me pareció interesante que sea un proyecto transversal que busque empezar por las últimas para llegar a las primeras”, relata Sicilia sobre lo movilizante de esa experiencia.
Ana Sicilia recibió el llamado de diferentes organismos para generar “pabellones literarios”, pero ella cree que un proyecto así se “pierde en la inmensidad del Estado”, y que la importancia radica en “acercarle a la mano un libro a cada uno de los internos” y no a la inversa. “La magia está en irrumpir desde adentro con la utopía de cambiarlo todo”, sostiene.
Desde la llegada de la pandemia del COVID-19, el ingreso a las unidades penitenciarias está restringido, pero Ana nunca dejó de acercar libros a los pabellones. Su esfuerzo no paró durante estos meses y así fue que logró realizar seis ingresos para diferentes Bibliotecas en diferentes cárceles del Gran Buenos Aires.
Inspirada en Paulo Freire y la idea de la educación como una práctica liberadora, Ana Sicilia se aferra a quienes lograron transformar su realidad luego de tener un libro, para continuar con su “utopía”. Sostiene que la importancia está en “inyectarle voluntad, sueños y proyectos de vida” para cambiar la realidad de quienes se encuentran privados de su libertad.
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