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Paulo Falcon: “Debemos poner en el foco cuál es el lugar de la educación”

Por: Mauro Rey  |  Martes 14 de Diciembre de 2021

Charlamos con el especialista en Ciencias Políticas y en docencia universitaria sobre las oportunidades que brindó la incorporación acelerada de las tecnologías y la respuesta de las Universidades a un momento excepcional.



Durante la pandemia las universidades argentinas realizaron aportes significativos por medio de la generación de conocimientos, de la transferencia de los mismos relacionados con actividades sociales, de promoción y prevención. Pero especialmente, estas instituciones colaboraron con una reconversión que continúa garantizando la educación como un derecho humano y un bien público.

La pandemia es un problema social, económico y también educativo. Esto hizo que los centros educativos de todo el mundo se adapten a una situación inesperada y para la cual no estaban preparadas.

Aun así, durante este tiempo las instituciones educativas desplegaron sus capacidades para generar nuevas iniciativas que ampliaron la cobertura educativa a partir de diferentes medios, entre los que los entornos virtuales fueron una constante para continuar construyendo la relación docente-alumno.

Charlamos con Paulo Falcón, especialista en Ciencias Políticas y miembro del Consejo de Gobierno IESALC-UNESCO, sobre la actualidad de las Universidades en el país, la necesidad de que exista una actualización docente constante y las posibilidades que brindaron las herramientas tecnológicas durante este tiempo. “La pandemia afectó los valores y las relaciones que sostenían la idea de la educación en muchos países”.

Educrear (EC): ¿Hubo aspectos positivos a tener en cuenta durante este tiempo excepcional?

Paulo Falcón (PF): Lo más evidente, como medio para sortear las limitaciones provocadas por el cierre de las instituciones educativas, fue la incorporación de tecnologías para sostener la educación de modo absoluto. Pero eso implicó reconceptualizar roles de docentes, estudiantado, dirección, familias. 

EC: Entendiendo que se evidenciaron viejas desigualdades, ¿cuál debía ser la búsqueda para pensar un sistema educativo sólido y firme?

PF: Es primordial comprender que la educación es una herramienta fundamental para la construcción del mañana. La inclusión y la equidad son insuficientes sin que haya calidad educativa. Quienes más postergados están, mejor educación necesitan, de lo contrario el sistema educativo viene a seguir reproduciendo inequidades, postergando esperanzas.

EC: En este contexto, ¿cómo analizás el desempeño de las Universidades?

PF: En términos generales, las universidades contaban con una base interesante para poder hacer frente a la virtualización como consecuencia del cierre de los establecimientos, porque unas 100 instituciones ya contaban con sus sistemas institucionales de educación a distancia validados por la cartera educativa nacional. Con luces y sombras, sin dudas el sector universitario en general, fue el que con más rapidez y éxito se adaptó a un contexto adverso, para sostener a la educación. Hoy observamos cómo la pandemia precipitó cambios que se estaban dando, los aceleró y en algunos aspectos, los volvió irreversibles.

Falcón es compilador del libro “La Universidad entre la crisis y la oportunidad. Reflexiones y acciones del sistema universitario argentino ante la pandemia”, dónde recupera la voz de los protagonistas. En el texto se expone un reconocimiento de las voluntades institucionales que permitieron el sostenimiento de la educación, pese a las muchas limitaciones. También se resaltan experiencias que enriquecieron las enseñanzas y aprendizajes, sumando reflexiones sobre los posibles impactos para el futuro.



EC: ¿En dónde se debe poner la atención para una mejora institucional?

PF: Hoy debemos poner el foco en saber cuál debe ser el lugar de la educación y de sus instituciones, las familias y los gobiernos en todo lo educativo. Esto es primordial para apostar a que países como el nuestro pueda tener inserción plena en la sociedad del conocimiento. Esta discusión debe ser honesta y sincera, despojada de banderías y frases hechas, para que de ese modo podamos emprender una reforma educativa que incorpore nuevas miradas, perspectivas que pueden ir desde lo organizativo, curricular, pedagógico o didáctico. Reducir este tiempo de análisis, al debate presencialidad/virtualidad, es por lo menos perder una ocasión para mejorar la educación, hacerla más rica, más potente, o bien la deliberada intención que las cosas no se modifiquen.

EC: ¿El sistema universitario atraviesa alguna crisis?

PF: Hay varias situaciones críticas, las tradicionales: la organización, coordinación o financiamiento de lo que debe ser el sistema universitario en su conjunto. Pero me gustaría referirme a algo más general, ya que hoy día, la idea de universidad está tensionada en todo el mundo por la aparición de nuevos actores educativos, empresas virtuales de alcance global que en asociación con empresas brindan educación para el empleo por medio de ofertas breves, accesibles y con promesa de rápida inserción

EC: ¿Qué problemas notás con la aparición de estos actores?

PF: Frente a esto, las universidades deben tomar nota, que el estudiantado precisa nuevas formas de acceder al conocimiento, ofertas más flexibles, propuestas más acordes con las necesidades de este tiempo y de los que vendrán. Eso no significa renunciar a profundidad o calidad, pero sí animarnos a dar pelea desde lo universitario para que las juventudes, trabajadores y profesionales puedan acceder a las universidades para estudiar, recalificarse y seguir insertos en un mundo cambiante. Es común ver a nuestras universidades con formatos de siglos pasados, con docentes del siglo 20, y estudiantes que ya son, en su mayoría, nativos digitales. Estas situaciones obligan a las universidades a pensarse más dinámicas, abiertas, conectadas, interactivas e inteligentes, es decir instituciones de la sociedad del conocimiento.



EC: ¿Notás algún replanteo en el sistema educativo a raíz de la pandemia?

PF: Al modificarse la propia idea de educación, debemos pensar que el ser docente, se modificó, pero también la idea de estudiante. Es decir, al cambiar los modos de enseñar, también se alteraron los aprendizajes. El teletrabajo irrumpió con pretensión de prolongación y ciertamente en varios aspectos, enriqueciendo a lo presencial. El gobierno electrónico además aporta transparencia. Las familias asumieron otro rol al estar más cerca de sus hijos en situación de estudio, o bien se vieron interpeladas ante la imposibilidad de acompañarlos.

EC: Y las tecnologías nos generan nuevas exigencias…

PF: Junto con nuevos acuerdos para sostener buenas relaciones y relaciones efectivas en este nuevo entramado educativo, que es muy parecido en cuanto a quienes participan de él, pero sin dudas, es diferente en el modo que esos mismos actores colectivos participan hoy, por eso es tan necesario un gran pacto educativo, un nuevo congreso pedagógico como ese que tuvo lugar en los albores de la democracia recuperada en los ´80.

EC: Con este panorama, ¿en qué lugar se encuentra la actualización docente?

PF: Todos los campos de actuación social están cambiando, muchos de los trabajos que hoy conocemos en unos años, se modificarán, otros dejarán de existir. La cuarta revolución industrial, lejos de dejar a gente sin trabajo, generará más empleo, pero muy diferentes a los actuales. La educación no escapa a esta realidad. La educación universitaria seguramente será la más afectada, pero muestra tradicional mirada disciplinaria. En un mundo que tiende a lo inter, trans o multidisciplinario, en la era del CO: coworking, colaboración, compartir, etc., debemos asumir que la docencia debe transformarse, para trabajar con otros, para hacerlo de diferente modo, para relacionar conocimientos y producir conocimiento significativo en el estudiantado

EC: ¿Nos encontramos en un buen momento en la relación educación-trabajo? ¿Existen miradas que necesiten replantearse?

PF: Es imprescindible que todos entendamos que estamos viviendo en un contexto de transformaciones profundas. Esto obliga a ver a los espacios formadores, a que se tome nota que hoy estamos enseñando a estudiantes que, a lo largo de su vida profesional, deberán resolver problemas que todavía no existen y de igual modo los espacios profesionales y del mundo del trabajo deben ser conscientes que debemos trabajar cada vez más articulados para poder contener a cada vez más personas que requerirán más y más puntual formación.

EC: ¿Y qué lugar ocupan las Universidades en este binomio?

PF: Allí la universidad tiene una oportunidad de recuperar centralidad si es capaz de despojarse de trabas burocráticas y facilitar el acceso a propuestas que puedan articular micro certificaciones, con trayectos de carreras, que potencien diversos modos de ingreso, avance y graduación.

EC: Hablaste de la universalización de la educación universitaria, ¿qué beneficios trae?

PF: La educación es una herramienta para la construcción de ciudadanía, siempre lo fue, pero hoy en una sociedad que se autodefine como del conocimiento, el acceso a la educación universitaria es la obtención de un pasaporte a esa sociedad de oportunidades para quienes más conocimientos portan. No entender que lo más valioso de los países hoy es su desarrollo humano, su gente, sus ganas de progresar y crecer, es no entender de qué se trata la sociedad del conocimiento. Por eso la universalización del acceso efectivo que potencie la graduación es vital para países como el nuestro.

EC: ¿Qué rol ocupan las tecnologías en este escenario?

PF: Las tecnologías nos ofrecen por medio de lo virtual un campo sin limitaciones territoriales, de franjas horarias, ni de otra índole. La universidad tiene hoy enormes posibilidades de hacerse universales para promover enseñanzas innovadoras, aprendizajes significativos, conocimientos originales y abiertos, compromiso social. En definitiva, las universidades pueden convertirse en un potente agente de transformación social. Los beneficios sociales que esto puede producir son inconmensurables, tanto como las libertades que el saber produce.

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