El 9 de julio de 1816 fue el resultado de una serie de eventos que llevaron, a quienes nacieron en el territorio del Virreinato del Río de la Plata, a luchar por su libertad. La semilla de la independencia se plantó tanto en los hombres como en las mujeres, y, estas últimas, jugaron un papel muy importante, a veces, reconocido por las instituciones de aquella época. Sin embargo, sus nombres se desdibujaron por mucho tiempo, pero fueron rescatados de las penumbras del olvido.
Según Felipe Pigna, las mujeres, en los comienzos del siglo XIX, jugaban dos papeles: "El de ejemplo a seguir –por lo de su abnegación, patriotismo y fervor revolucionario solían ser destacados- y el de 'retaguardia' de los hombres movilizados, tanto como mano de obra en la producción, como auxiliares en el frente y como principal sostén del hogar ante la ausencia de maridos e hijos".
El contexto bélico, como las batallas por las independencias de toda Latinoamérica, llevaron a las mujeres a ocupar puestos fundamentales para el funcionamiento de la sociedad que, históricamente, habían sido reservados para los hombres. Así sucedió en las fábricas europeas durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la falta de mano de obra, llevó a los gobiernos a recurrir a ellas. De esta forma, la mujer comenzó a formar parte del ámbito público dejando atrás, paulatinamente, el espacio privado al que había sido relegada desde siempre.
Sin embargo, en el siglo XIX, una vez logradas las independencias latinoamericanas, los libros se escribieron sin sus nombres. Pero la Historiografía logró recuperar cartas y otros documentos que evidencian su participación en el hecho más importante de la historia Argentina. Algunas de ellas son:
María Remedio del Valle
En 1810 formó parte de las expediciones al Alto Perú junto a su marido e hijos. Cumplió distintos roles: cocinera, curandera y soldada.
Combatió en Huaqui, donde perdió a su familia. Siguió luchando en Tucumán y Salta. En Ayohuma, tras haber sido herida de bala, fue capturada y azotada públicamente por 9 días. Pero logró escapar.
Por su valentía y coraje, Belgrano la nombró capitana. Sin embargo, este título no iba a garantizarle una buena vida en su retorno a Buenos Aires: contrariamente el Estado dejó de pagarle su sueldo de capitana y se convirtió en vendedora ambulante. Se dice que gracias a Viamonte logró obtener un salario de $30 pesos, en aquel entonces una paga miserable considerando que un paquete de yerba costaba $0,70.
María Magdalena Güemes
También conocida como la “Macacha”, María Magdalena Güemes nació en 1787 y fue la primera mujer de 8 hermanos. Su padre era un funcionario de la Corona Española y su madre, hija de colonizadores.
Junto a su hermano Martín Miguel de Guemes, quién fuera gobernador de la provincia desde 1815, María Magdalena jugó un rol importante en la vida política de Salta. Juntos se vieron rápidamente comprometidos con la causa independentista y lucharon de la mano de Belgrano y San Martín.
Realizó tareas de espionaje junto con otras mujeres, cumpliendo un rol fundamental en tareas de inteligencia. Se decía que escondían los mensajes en sus vestidos. Su actividad política no terminó con la llegada de la nueva era argentina, sino que continuó hasta 1840 de la mano de su hermano.
No cumplió sus funciones tras bambalinas, sino que fue un personaje que se desenvolvió en el ámbito público como pocas mujeres lo habían hecho previamente.
Juana Azurduy
Hija de padre español y madre mestiza. Juana nació en 1780 en lo que hoy es el territorio de Bolivia. Se casó en 1805 con un hacendado y junto a su marido lucharon por la disolución del Virreinato del Río de la Plata.
Peleó, como María Remedio del Valle, en Huaqui, batalla en la que fue aprehendida como prisionera de guerra junto a sus hijos, aunque lograron escapar con la ayuda de su marido. Peleó bajo las órdenes de Belgrano y fue la única mujer a quien se le concedió el título de teniente Coronela en el Ejército Argentino.
Perdió a sus cuatro hijos en las luchas y, estando embarazada del quinto, cayó nuevamente prisionera en la batalla de La Laguna. Su marido falleció cuando fue a rescatarla.
Posteriormente, Juana se unió a las tropas de Güemes, pero cuando éste murió, Azurduy se hundió en la pobreza.
Manuela Pedraza
Su nombre hoy se encuentra entre las páginas de la historia por haber defendido a Buenos Aires de las invasiones inglesas en 1806. Para aquel entonces, Manuela ya estaba casada con José Miranda, cabo de la Asamblea.
En las luchas contra las invasiones inglesas, Manuela vio morir a su marido en manos de los intrusos. En ese momento ella tomó un arma y defendió su tierra junto a sus conciudadanos.
Este hecho la llevó a trascender la historia y a recibir el grado de Alférez, otorgado por el General Liniers. Además, el Rey de España reconoció su lucha nombrándola Subteniente de Infantería y brindándole un sueldo. El 25 de mayo de 1807, el Cabildo le otorgó el título de Soldado del Cuerpo de Artillería de la Unión.
La historiadora Lucía Gálvez en su libro “Mujeres y la Patria” señala:
"Una revolución, una guerra, un momento de crisis han sido siempre perentorios llamados a las mujeres para intervenir de un modo directo en una sociedad que, desde que los remotos matriarcados, fueron sustituidos por el dominio de la fuerza masculina, las había relegado a determinados roles".
Son numerosas las mujeres que la historia argentina desdibujó, cuyos nombres aún hoy son buscados. La libertad alcanzada el 9 de julio de 1816 no contemplaba a la totalidad de la sociedad de la Argentina de aquel entonces: la vida política estaría reservada, por un largo tiempo, a los hombres. Sin embargo, Pedraza, Azurduy, Magdalena Güemes y del Valle, entre otras tantas, sentaron las bases de un país cuya sociedad supo ampliar los derechos de las mujeres. En 1947, cuando Argentina promulgó la ley 13010 que habilitó a las mujeres a votar, ellas vivieron un segundo “Día de la Independencia”.
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