Aun habiendo recorrido diferentes niveles educativos: inicial, primario, secundario, terciario y universitario, ya sea como estudiante o docente, tanto estatal como privado, se puede desconocer por completo la forma de enseñanza que se vive en el
Isauro Arancibia.
Alrededor de 300 niños, jóvenes y adultos aprenden a leer y escribir con la esperanza de continuar y
terminar su escolaridad en el Isauro. El proyecto está dirigido por Susana Reyes, educadora popular, desde 1998, cuando la Dirección de Adultos y Adolescentes del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires le encomendó abrir un Centro de alfabetización en la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) que tuviera como destinatarios a los integrantes del Movimiento de Ocupantes e Inquilinos y de la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas.
El trabajo en red generó que, junto con los operadores de calle del Servicio de Paz y Justicia (SerPaJ), empezaran a contener a los jóvenes que dormían en Constitución. Como muchos llegaban con sus hijos, debieron abrir un jardín maternal.
El espacio en la CTA empezó a quedarles chico y empezaron a soñar con un espacio propio para impartir conocimientos a todas las personas en situación de calle. Actualmente, el proyecto ubicado en San Telmo cuenta con un jardín, un grado de nivelación para niños de 6 a 14 años, primaria común, secundaria, talleres de oficio y arte (panadería, costura, bicicletería, revista, radio, entre otros). En ese contexto surgieron diversos emprendimientos de economía social que dan trabajo a las familias.
“El proyecto fue sumando diferentes actores (Hospital Argerich, ANSES y Centro de Acceso a la Justicia) con el objetivo de garantizar el derecho a la educación, pensando que también hay que garantizar otros. No se puede aprender con frío, hambre o si estás enfermo”, explica Lila Wolman, secretaría de la Asociación Civil y miembro del Equipo de Coordinación de la Escuela.
Quienes asisten al Arancibia tienen a disposición un equipo de apoyo (dos trabajadoras sociales, un operador y dos psicólogas) que se encarga de gestionar el intercambio con organizaciones de base intermedias para la intervención efectiva en cuestiones de prevención de salud, violencia, problemas legales, documentación, etc. También cuentan con un comedor para que todos puedan desayunar, almorzar y merendar.
Desde la llegada de la pandemia a la Argentina el contacto con cada uno de los estudiantes se dificultó. En un primer momento, lograron ubicar a la mayoría de las personas que asistían al establecimiento. Luego, mediante una colecta, pudieron conseguir teléfonos celulares para tener un contacto con los alumnos a través de WhatsApp. Por último, confeccionaron cuadernillos que se les entregaban en el momento que se repartían los bolsones de alimentos.
“La escuela siempre está en movimiento y la pandemia nos produjo pensar en diferentes formas para sostener el vínculo educativo. El Arancibia se sostiene gracias al amor que circula entre cada uno de los integrantes. Acá se considera a cada uno que llega con su potencia”, afirma Wolman.
Bajo un enfoque de educación popular, maestras y auxiliares comprenden que en la situación de quienes concurren al Centro Educativo Isauro Arancibia también intervienen factores subjetivos que son tan importantes como los materiales. Es por eso que hace seis años funciona el Centro de Integración Social, un hogar donde viven personas que comienzan a armar su proyecto de vida.
“La situación de calle hay que abordarla integralmente, y es fundamental el acompañamiento”.
Hace un tiempo se comenzó a producir una revista,
“La realidad sin chamuyo”, donde los propios estudiantes son quienes generan contenidos. Esa propuesta les permite contar su visión sobre los temas de la realidad.
“Siempre aparece la relación entre la escuela y el progreso. Es común que los pibes te digan “yo estudio para ser alguien” porque realmente ellos son los nadies y lo piensan como la posibilidad de una mejor vida. En su imaginario la escuela es el lugar que te rescata y dónde pueden tener otra vida que no estén atravesadas por el dolor y el sufrimiento”, reconoce Lila Wolman.
La escuela pública Isauro Arancibia es más que un establecimiento: es una institución de lucha desde donde se pelea para que jóvenes y adultos tengan posibilidades, que se reconozca su propio deseo, que sean visibles a los ojos de la sociedad. Se busca que existan, que se transformen en ciudadanos empoderados que logren construir su proyecto de vida.
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