Este año se cumplen diez años de la creación de la primera escuela trans del mundo, un espacio que busca subsanar la discriminación estructural que enfrenta el colectivo travesti-trans.
“La Mocha”, como se la conoce a la Unidad de Gestión Educativa Experimental N°16, es una escuela secundaria gratuita fundada en 2011 con la misión de promover la inclusión a la educación formal.
La educación en este sentido viene a recomponer la deuda social y estatal para con las personas que integran el colectivo LGTBIQ+ tras varios años de discriminación, criminalización y patologización sistemática.
Quienes concurren al
Bachillerato Mocha Celis lo han apodado como
“Escuela Ternura” por ser un espacio de amor, cuidado y contención. Nacida frente a la necesidad de brindar un apoyo escolar a la comunidad trans, hoy cuenta con alrededor de 400 alumnes. El aumento de la matrícula durante este año (venían de un promedio de 150 matriculades) es debido al decreto de cupo trans para el Estado Nacional.
Nuestro país es uno de los más avanzados en la región en materia legal en cuanto al reconocimiento de los derechos de la comunidad LGTBIQ+. Durante el 2012 se sancionó la
Ley 26.743 de Identidad de Género que
“reconoce a toda persona su identidad de género” y permite
“el libre desarrollo de la persona” respecto a su decisión.
Mientras que este año, en medio de la pandemia que castigó fuertemente a la sociedad, se decretó el cupo laboral Travesti-Trans. El mismo establece que para el sector público, los cargos de personal deberán ser ocupados por una proporción no inferior al uno por ciento (1%) de la totalidad de los mismos por personas travestis, transexuales y transgenero, que reúnan idoneidad para dicho cargo.
Según la
encuesta realizada por la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgenero de Argentina (ATTTA) y Fundación Huésped, la mayoría de las
mujeres trans dicen haber sido discriminadas en las escuelas: 7 de cada 10 por compañeros de clases, y 4 de cada 10 por directores y profesores. La discriminación es la mayor causa de deserción escolar de las personas trans. La misma encuesta muestra que las mayores de 18 años no terminaron el secundario.
El Bachillerato Mocha Celis intenta subsanar aquella discriminación estructural mediante la formación de líderes que potencien el movimiento trans y promueve la integración en la fuerza laboral. Esta es la primera experiencia de una escuela trans en el mundo e inspiró la creación de programas similares en Brasil, Costa Rica y Chile, como en diferentes partes de Argentina.
La Mocha surge en la iniciativa de Francisco Quiñones Cuartas, actual director del Bachillerato, mientras realizaba un documental sobre la cooperativa textil Nadia Echazú. La necesidad de intervenir en el campo educativo para mejorar las desigualdades existentes. Luego conoció a Agustín Fuch y fundaron lo que hoy se conoce como el Bachillerato Mocha Celis, que lleva el nombre de una travesti tucumana que trabajaba como prostituta en la zona del bajo Flores, y que el 18 de agosto de 1996 fue asesinada en una situación no esclarecida.
¿Por qué lleva su nombre? En palabras de Lohana Berkins:
“Mocha no sabía leer ni escribir. Cuando llegábamos a la comisaría detenidas, ella siempre me pedía que le leyera. Me acuerdo cuando estábamos en un calabozo había otra trava, que era una chica supererudita y le dije: aprovechemos que estamos acá adentro y enséñale, pero hacelo de manera que ella no se sienta mal, que no se sienta menos”.
La escuela cuenta cada año con un centenar de estudiantes entre 16 y 60 años. Se trata de una experiencia no exclusiva: también asisten personas no trans, pueden ser LGBTI, afrodescendientes, migrantes y madres solteras. El objetivo es revertir el círculo de discriminación, violencia, exclusión y falta de oportunidades que genera una expectativa de vida de 40 años.
“Intentamos acercar la educación a la población travesti-trans y no la población travesti-trans a la educación”, cuenta su director Francisco Quiñones Cuartas.
El Bachillerato Mocha Celis funciona como una herramienta de las agentes afectadas para transformar su propia realidad, dónde les estudiantes ya no son sujetos objeto de investigaciones, sino que producen sentido y se pone en valor sus conocimientos y relatos. Para Quiñones Cuartas es importante le existencia de estos espacios porque permite
“problematizar la realidad” del colectivo trans con las propias involucradas y sean ellas
“quienes educan y no sean siempre las educadas”.
Durante el plan de estudios de 3 años, las estudiantes cursan las mismas materias propuestas por el diseño curricular del Nivel Secundario de la escuela de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero atravesadas con una perspectiva de género. Además, la Mocha apunta a que la población travesti se inserte socialmente a través de entrenamiento laboral, orientación ocupacional, derechos de trabajo y formación de oficios, entre otros.
“La Educación Sexual Integral (ESI) es fundamental, no solo para las estudiantes que tienen su espacio para ser escuchadas sino también para que no haya profesionales que no tienen incorporado el paradigma de la diversidad y se generan exclusiones e interrupciones en las trayectorias vitales”, afirma Francisco Quiñones Cuartas.
El aumento de la matricula generó que el Bachillerato Popular no cuente más con una sede propia. Rápidamente logró un acuerdo con el Ministerio de Educación de la Nación, firmando un convenio con el rectorado de la Universidad de Buenos Aires (UBA) de la Facultad de Ciencias Sociales que cedió once de sus aulas para que puedan funcionar las burbujas en las que se desarrollan las clases semi-presenciales durante los siguientes seis meses.
Luego de una década del lanzamiento, más de 200 personas ya se graduaron. Generar modelos positivos en la comunidad travesti-trans para la sociedad es un paso hacia adelante en la posibilidad de una sociedad más inclusiva.
“Hay posibilidades de desarrollarse en sus trayectorias y que el único destino no es la prostitución. La existencia de diferentes representaciones son una oportunidad para transformar la realidad”, asegura Quiñones Cuartas.
La pandemia de COVID-19 generó la suspensión de clases a nivel nacional. Fue así que se debieron adaptar los contenidos a WhatsApp, Zooms o demás plataformas tecnológicas que suplanten la presencialidad. Durante esos meses se generó en la institución el
Teje Solidario, una red de contención creada por docentes y estudiantes que tienen como objetivo mitigar las necesidades básicas del colectivo travesti-trans durante la situación epidemiológica.
Los obstáculos no fueron pocos. El único medio de comunicación con las estudiantes fue el celular. La falta de dispositivos, conectividad y habilidades digitales requirió un gran esfuerzo por parte de la comunidad educativa. Para suplir los problemas se armaron cuadernillos para que sirvan de guía y mantener una conexión con la institución educativa.
La escuela mantiene su lugar vertebral en el acceso a derechos y como espacio de contención, por eso la invitación es construir un mundo posible y ser protagonistas de un mundo mejor, más inclusivo y con mayores oportunidades para todes.
Cuando Lohana Berkins dice que
“cuando una travesti ingresa a la universidad cambia la vida de esa travesti. Cuando muchas travestis entran a la universidad cambia la vida de la sociedad” se refleja en la premisa de encontrar profesionales travestis-trans en diferentes espacios, que cambien los entornos y pongan en discusión el binarismo de género.
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