El uso de químicos para las plantaciones genera varias problemáticas en la salud de los pobladores cercanos. Por ejemplo, un estudio realizado en 2019 por la investigadora del
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Paraná
Mariela Seehaus detectó que, en la localidad de Oro Verde, a unos 10km de la capital entrerriana, el aire contenía glifosato.
Este pueblo de 6000 habitantes fue noticia en 2012 a raíz de las movilizaciones que realizaron los vecinos debido al aumento del uso de agroquímicos en los campos.
Su reclamo logró que se sancionara una ordenanza para prohibir las aplicaciones aéreas y terrestres, pero los problemas no se terminaron.
Para analizar los agroquímicos que contenía el aire,
Mariela necesitaba un equipo de monitoreo y diagnóstico más preciso que no se construía en el país y los costos de importar eran muy elevados. En ese momento, y partiendo de que la ciencia se basa en la colaboración constante, se encontró con
Manuel Hadad, ingeniero químico que venía trabajando desde 2015 en estudios de mercado sobre los laboratorios de análisis industriales.
El
INTA Paraná se contactó con
Manuel para empezar una sinergia de desarrollo de esta herramienta tan necesaria para la investigación en el país.
“
Empezamos el diseño y la fabricación en pandemia, lo que fue todo un desafío. Además, no contar con un equipo similar en el país no nos permitía tener un ejemplo cercano con el cual guiarnos”, detalla el
Becario Doctoral.
El dispositivo
AR-PUF se fabricó en acero inoxidable, tiene una altura de 1,60 y pesa aproximadamente 30 kilos. Tener un prototipo diseñado en Argentina posibilita abaratar costos -cuesta la mitad de uno importado- y posee una tecnología más robusta y de mayor duración.
Lograr el diseño de una herramienta con impronta local a partir de los conocimientos que poseen los graduados, es un impulso enorme a la educación argentina. Su utilización puede darse por parte de grupos de investigación en Universidades, Municipios y autoridades de control ambiental, laboratorios de análisis industrial y ambiental, entre otras.
“¿Cómo funciona? El equipo aspira una cantidad conocida de aire ambiente, los plaguicidas y otros compuestos quedan retenidos en los filtros del equipo, que analizan con un método cromatográfico las sustancias que interesan: glifosato, atrazina, compuestos clorados, etc.”, nos explica
Manuel.
Con esta herramienta se pueden detectar hasta 25 pesticidas, que luego serán analizados en laboratorio para conocer al detalle la concentración de los mismos en matrices complejas. El objetivo es poder utilizar el equipo
AR-PUF en cualquier época del año -se aplique o no algún tipo de fitosanitario- para así monitorear la persistencia de los compuestos durante cierto tiempo.
El rol de las instituciones educativas en el cuidado de la salud y de los recursos naturales es de gran relevancia debido a que cuentan con grupos capacitados para desarrollar herramientas que den respuestas problemáticas locales.
“En el próximo tiempo me gustaría fabricar equipos para monitorear contaminantes ambientales y poder colaborar en la resolución de conflictos que surgen por la aplicación de plaguicidas”, concluye
el ingeniero.
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