El libro de poemas
“Shotainá” nació desde y por el aula del
Centro de Alfabetización Enseñanza para Adultos Nro. 10.014 de la ciudad de Santa Fe, Argentina. Allí, un grupo de cinco alumnos junto a su profesor decidieron resistir a la postergación social, plantar memoria y alzar su voz a partir de la escritura.
El proyecto autogestivo nace entre las paredes de
“La Casita de Pepe”, como se conoce al espacio donde funciona la institución educativa del barrio Santo Domingo, con la idea de lograr la escritura bilingüe-qom de los
alumnos de la comunidad.
“Queríamos hacer algo hermoso, que valga la pena, sea desde el pie y que satisfaga las necesidades que los chicos tenían”, explica Andrés Cettour, docente alfabetizador y quién estuvo al frente del proyecto.
La historia comienza con la mirada de Andrés, un docente que llega al Centro de Alfabetización para hacer un reemplazo entre 2018-2019 y, tras varias charlas con sus alumnos (de entre 21 y 25 años), encuentra allí algo que pueden contarle al mundo.
Una de las problemáticas que se visualizan en la institución educativa es la
falta de continuidad escolar. Los alumnos, al ser padres y tener que ocuparse de otras tareas, intercalan los días que van a clases o terminan abandonando.
Para motivarlos a ir, a Andrés se le ocurrió una idea: quiénes no falten durante todo el ciclo 2018 participarían de a un viaje. Solamente Ariel cumplió con la consigna y pudo conocer por primera vez Mar del Plata. Allí, junto con su docente, se hicieron presentes en las Jornadas de Prácticas Estratégicas donde conocieron experiencias de otros alumnos de comunidades aborígenes.
La vuelta fue total felicidad. Ariel contó lo que vivió a sus compañeros y estos se motivaron a no faltar nunca más a clases, lo que le permitió a Andrés Cettour forjar un vínculo pedagógico cada día más fuerte.
El objetivo estaba cumplido, ¿y ahora qué?
Al año siguiente, los cinco alumnos que para septiembre no habían faltado ni un solo día al Centro de Alfabetización le exigieron un nuevo viaje. Para ello su docente, que ese mismo año iba a lanzar su libro, les volvió a proponer otro reto: dejarle las últimos 10 páginas para que puedieran escribir sobre sus historias.
Esa voz que Andrés notó en las charlas cotidianas con sus alumnos es la de quién rememora los problemas que sufrió la comunidad Qom arrastrada por el desmonte del Impenetrable Chaqueño o maravillados por las luces de una ciudad que parecía brindarles todo lo que necesitaban.
“Entendí que este proyecto les iba a permitir viajar en el espacio y en el tiempo, pero nos encontramos con la falta de un idioma escrito oficial, ya que la Comunidad Qom es de tradicional oral. En ese momento conocimos a una persona del Barrio que era maestro idóneo y nos ayudó muchísimo a traducir del castellano al qom”, explica Andrés.
Este libro permitió abrirles las puertas al mundo, expandir su voz y dar a conocer sus problemáticas a partir de la vivencia y
las historias que transitan en la comunidad. “Se pueden sentir las voces de la comunidad”.
En la primera etapa del proyecto, los jóvenes vendieron el libro y con lo recaudado construyeron sus casas con un método sustentable. En la Bio Construcción, fueron guiados por las mujeres de Kiva Comunidad, una organización de mujeres albañiles, ceramistas, carpinteras y artistas de Santa Fe, que brindan posibilidades para que todos puedan acceder a una vivienda digna, respetando la tierra y todo lo que brinda la naturaleza.
La explicación que le dieron a su docente los alumnos del motivo porque querían realizar la publicación del libro fue
“porque aman a sus hijos y quieren dejarles un legado”.
“Shotainá”, el libro de poemas de Ariel Benítez, Cristian Gonzales, Iván Lorenzo, Juan Yorqui y Agustín Gómez, significa
“estoy aquí”, es estar en armonía con las cosas y los seres, estar aquí no solamente con el cuerpo, sino también con el corazón. Toda una declaración de principios para quienes vivieron excluidos de la sociedad.
“El desconocimiento de un idioma que es rico, fresco y sabroso nos permitió llegar a muchísima gente. Nuestra premisa es trabajar siempre en comunidad”, concluye Andrés Cettour.
Este es un proyecto autogestivo, que no está subsidiado por ningún organismo, estatal ni privado. Está abierto y se va acercando a otras entidades según las necesidades: para el libro con Legüera Cartonera, cuando fue la construcción los ayudaron las mujeres de Kiva Comunidad, después la gente de la Escuela Itinerante de Cerámica.
El proyecto
“Shotainá” fue premiado por la
Fundación La Nación, donde se presentaron 27 proyectos educativos. Todo esto empezó en un aula. Era tan fuerte ese vínculo que trascendió el aula y empezaron a hacer cosas para seguir sosteniéndolo.
Reconocer y visibilizar estos proyectos educativos nos propone seguir preguntándonos cuál es el lugar de la educación. Para ello Andrés asegura que es la de
“lograr que cada uno pueda formar un propio proyecto de vida que trascienda las paredes de la escuela”. Así fue lo que logró Shotainá, siendo un intercambio enriquecedor desde la cultura Qom para todo el mundo.
Fotos Gentileza: Marilyn Romero.
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