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Escuelas Experimentales

Por: EDUCREAR  |  Lunes 27 de Junio de 2022

Ushuaia, capital de Tierra del Fuego, alberga incontables particularidades, entre ellas la significativa presencia de Escuelas Experimentales. Su metodología se basa en una filosofía donde el Arte y la Empatía son transversales en toda su dinámica escolar.


Las Escuelas Experimentales de Tierra del Fuego trabajan con grupos de hasta 15 chicos, sin porteros ni personal de limpieza, no tienen exámenes ni pupitres; la vida escolar se desarrolla sobre almohadones ubicados en forma de rondas, entre otras diferencias con sistemas educativos más tradicionales. Uno de los puntos trascendentales de esta filosofía educativa es la presencia constante del Arte como elemento de crecimiento personal. 
La diferencia entre la cantidad de escuelas experimentales en Tierra del Fuego y en el resto de la Argentina radica en que, en esta provincia, dichas instituciones están amparadas por una ley provincial que las avala.

“Tiene que ver con gobiernos sensibles que han acompañado el proyecto. Porque son escuelas públicas de gestión estatal. Eso posibilita que todas las clases sociales puedan acceder a estas escuelas”, señala Sebastián Puig, docente de Las Lengas y Los Alakalufes, ambas escuelas experimentales de Ushuaia.

Cuando se abre una escuela de estas características es debido al interés de un grupo de padres que quieren que sus hijos reciban este tipo de educación. Las listas de espera de las escuelitas de Tierra del Fuego son sumamente extensas, por lo que se han abierto más instituciones recientemente. “Yo creo que en Tierra del Fuego las Escuelas Experimentales tuvieron tanto éxito porque es una sociedad joven interesada en metodologías educativas distintas. El joven siempre busca cosas nuevas, por naturaleza”, sostiene Adrián Bugnest, maestro de Los Alakalufes y Las Gaviotas.

Orígenes y fundamentos

Esta metodología tiene su raíz en los cuestionamientos de la musicóloga Dorothy Ling, quien dio clases en talleres de música en Buenos Aires. Es ahí donde se encuentran los orígenes de las costumbres, como compartir el pan o la relevancia de la música y el arte. Otro elemento con un peso importante dentro de las Escuelas Experimentales es el silencio: Dorothy sostenía que la música surgía de la búsqueda interior y que el silencio era parte de esa exploración.
“Según esta visión, en la enseñanza formal sólo se había desarrollado el aspecto intelectual de todas las potencialidades del hombre, dejando de lado la emoción, la creatividad, la imaginación, el mito, la espontaneidad, la libertad de expresión y la afectividad, racionalizando todo el proceso”, señalan Axel Rivas y Paola Ilinas en “Las escuelas experimentales de Tierra del Fuego”. Este planteo sobre la educación fue la semilla de las Escuelas Experimentales.
En 1959, en el living de una casa de City Bell, provincia de Buenos Aires, comenzó a funcionar el Centro de Investigación Pedagógica, una institución que buscaba acompañar el crecimiento de los niños y preservar su “actitud musical natural” (Rivas, Axel & Llinas, Paola). Por interés de los padres se creó la escuela “Las Lengas” en la ciudad de Ushuaia en 1993 siguiendo estas líneas filosóficas. Hoy hay más de 11 escuelas que trabajan con esta metodología en todo Tierra del Fuego.



Son varios los elementos que permiten diferenciar rápidamente una escuela experimental de una tradicional. Lo primero que puede llamar la atención cuando se ingresa a una de estas instituciones es la ausencia de aulas: la escuela es un salón enorme en el que conviven niños de 3 años con adolescentes del último año de secundario. Mientras algunos aprenden Matemática, otros están estudiando Geografía y notándose la armonía a través del silencio como elemento indispensable para el desarrollo de las actividades. Además, no existen pupitres, todo transcurre sobre unos almohadones ubicados en forma de ronda. Alumnos y docentes, todos a la misma altura y conformando un círculo. “Mirarse a los ojos y estar todos al mismo nivel no es lo mismo que mirarse la nuca. Una juntada de amigos no se hace uno atrás de otro. Nos parece mucho más enriquecedor trabajar en rueda”, señala Puig. Bugnest, agrega, que es casi una cuestión antropológica que ejemplifica la acción de protegerse entre todos.

La omnipresencia del arte es una constante en estas instituciones: casi siempre hay una guitarra de fondo que parece acompañar la vida que se desarrolla dentro de la escuela. También las artes plásticas se hacen presentes en las pinturas de los chicos que se cuelgan en las paredes. “El arte en la música y la plástica, sobre todo, son transversales a las materias. Quienes fundaron las escuelas vieron en eso un aspecto fundamental en el crecimiento y el desarrollo de los chicos y de los maestros”, apunta Puig. Además, Bugnest señala que, “el arte es inherente al hombre y que eso tan ancestral es lo que buscan recuperar las escuelas experimentales”

Una escuela sin exámenes

Uno de los puntos más llamativos de este tipo de educación es la ausencia total de las instancias de exámenes convencionales. “El examen es una manera de evaluar, nosotros lo hacemos de otra forma. Evaluamos desde un trabajo persistente y cotidiano. El examen escrito es una situación que no es natural para un chico”, sostiene Bugnest. A diferencia de las escuelas tradicionales, los alumnos no deben rendir exámenes, sino que su evaluación se va desarrollando día a día desde la observación de todos los docentes y comprendiendo una gama amplía de factores además del aspecto académico. “Trabajamos la empatía, la solidaridad, el respeto hacia el otro. Esos son los valores inamovibles de la escuelita. Después viene lo académico”, agrega Bugnest.
"En la facultad fue la primera vez que rendí algo en mi vida y fue un poco difícil. Pero creo que te dan las herramientas para sobrevivir y ser una mejor persona en ‘el mundo real", señala Lola Gómez, alumna desde el 2000 hasta el 2015 de la Escuela Los Alakalufes.



Los cursos toman el nombre de “grupo” y son numerados desde el 1 (primer año de jardín) hasta el 15 (último año de la secundaria), nunca excediendo los 15 estudiantes. “La escala pequeña de las escuelas nos permitió poder sostener el vínculo con las familias y los chicos durante la pandemia. Nosotros íbamos a las casas para repartir materiales, incluso compartir datos para que los chicos se pudieran conectar a las clases”, afirma Puig.
Según indica Bugnest, el Ministerio de Educación Provincial no se mostró, en principio, a favor de este sistema de Escuelas Experimentales. Sin embargo, los maestros y quienes pugnaron por su integración dentro un marco legal, supieron defender con bases científicas la eficiencia del trabajo educativo con grupos más pequeños y son las familias junto a la comunidad educativa los que se esfuerzan por mantener los sueldos de los maestros.  
 

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