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ESI: Del adultocentrismo a prácticas pedagógicas emancipatorias

Por: Melisa Albarello  |  Viernes 11 de Febrero de 2022



La sanción de la ley Nº 26.150  crea en el año 2006 el Programa Nacional de Educación Sexual Integral. Se dio en el marco de disputas políticas, sociales y culturales, en una sociedad que reclamaba el derecho a educar (y educarse) integralmente en la sexualidad.

Este Programa vino a irrumpir en los modelos tradicionales de educación, donde se reservaba a las familias, en la esfera de la intimidad, la transmisión de saberes acerca de cuestiones reproductivas, destacando la formación armónica, equilibrada y permanente del programa, para promover actitudes responsables ante la sexualidad y la afectividad.

La sexualidad es construida por la sociedad en cuanto a las formas de relacionarse eróticamente. La misma varía cultural y socialmente de generación en generación (e incluso dentro de una generación), por lo tanto es situada, histórica, social, cultural, jurídica y política. Se expresa en todo lo que sentimos, en lo que somos, en aquello que pensamos y en las acciones que emprendemos.

El Derecho a recibir educación sexual de manera integral, adecuada y actualizada toma en consideración a niños, niñas y adolescentes (NNyA) como sujetos portadores de derechos sexuales, con autonomía para el placer, ponderando las distintas etapas evolutivas que refuerzan la idea de autonomía progresiva.

Trascendiendo lo biológico -entendido como la genitalidad de los cuerpos-, incorporando en su espectro nociones de placer, intimidad, orientación sexual, identidades, roles o estereotipos de género, expresadas por las personas a través de pensamientos, fantasías, deseos, actitudes y comportamientos.

Aun así, son las/os adultas/os quienes deciden y diseñan propuestas educativas, desarrolladas no para responder a las necesidades e intereses de niñas, niños, adolescentes, sino que, reflejan un enfoque preventivo de riesgos desde la mirada adulta (embarazo adolescente, enfermedades de transmisión sexual, etc.).

La ESI es una perspectiva que se asume y sirve de guía para las prácticas educativas y sociales en general. Obliga al Estado, madres, padres, tutores y la comunidad en su totalidad, brindando la posibilidad de repensar las prácticas pedagógicas desde un enfoque basado en los Derechos Humanos, con perspectiva de género y respeto a las diversidades, que por su importancia necesariamente debe encontrarse en permanente construcción.

Entendiendo a NNyA como sujetos de derecho, dotadas/os de autonomía progresiva para la toma de decisiones relevantes para la construcción de sus identidades y subjetividades, la pregunta es:

¿Se ven a sí mismas/os como partícipes activos necesarios para su aprendizaje significativo de Educación Sexual Integral?

Pareciera que se hace un uso de la ESI como “normalizadora” de aquello que socialmente se “acepta” como válido. Homogeneiza y universaliza a las juventudes, desdibujando las realidades particulares, como ser las adolescencias trans, las personas intersexuales y las personas con discapacidad, entre otras.

Siguiendo esta línea, la ESI además de articular aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos, deberá responder a aquellas necesidades e inquietudes que se presenten en cada comunidad educativa, respetando los lineamientos curriculares básicos para su implementación (Resolución Nº 45/08 del CFE ), tendientes a garantizar su cumplimiento en cada establecimiento educativo y en cada comunidad.

Resalto la importancia de que la misma sea abordada interdisciplinariamente no solo por el sistema educativo sino por las/os efectores de salud y otras/os diversas/os actores que articulan en la comunidad.

El hecho de que exista ESI puede (y debe) favorecer espacios de encuentro para que la escuela en articulación con Hospitales, Unidades Sanitarias, clubes de barrio, ONG´S, etc., trabajen colaborativamente para atender situaciones de vulneración, detectar y abordar las violencias, maltratos, abusos e idear respuestas eficaces y oportunas.

En lo que respecta al rol docente, claro está que asume un lugar de importancia, ya que son ellas/os quienes dentro del espacio áulico desarrollan -o no- tareas tendientes a fomentar el aprendizaje de ESI articulado con los contenidos de su materia.

No hay lineamientos generales que abarquen todas las realidades en cuanto a capacitación, ni un universo único de materiales didácticos a su alcance, será prácticamente cada docente responsable de las medidas que adopte en el tema.

En el ámbito de la formación, los Profesorados de Educación Media, por ejemplo, han incorporado contenidos de ESI como condición para la acreditación y obtención del título de profesor/a. Algunos espacios de formación y capacitación docentes ofrecen opciones que abarcan desde un postítulo como el Instituto Nacional de Formación Docente (INFOD) de 1 año de duración, a diversas propuestas de la Dirección de Formación Docente Permanente con cursos de menor duración temporal. Dependerá de la voluntad, el compromiso y las posibilidades materiales de cada docente llevar adelante estos cursos.

Asimismo, dentro de los lineamientos respecto a los contenidos de ESI, quedan fuera un número importante de temáticas que afectan las vidas de las/os adolescentes, las/os atraviesan y muchas veces escapan a la mirada de las/os adultas/os, tal vez por miedo a no tener todas las respuestas.

Situaciones que debieran ser problematizadas en el aula, como el ciberacoso, el uso de redes, los juegos en línea, las infancias trans, el grooming, el sexting, la presión de las corporalidades hegemónicas, entre otros, “escapan” a los contenidos trabajados, como si la Educación Sexual pasará por un colador y estas temáticas quedarán contenidas en él; tópicos que han quedado fuera de los lineamientos curriculares pero que conforman las realidades de NNyA.



Esta ausencia no solo se refleja en cuanto al currículum formal, sino que impacta directamente en la capacidad de las instituciones (y de sus docentes) de albergar a las diversas niñeces y juventudes.

Todavía queda camino por recorrer, políticas públicas que desarrollar con una mirada interseccional, dotando a NNyA de un rol activo en su propia constitución identitaria.

Estamos frente a la posibilidad de decidir qué tipo de ESI queremos en nuestras aulas, si vamos a perpetuar una ESI normalizadora o si vamos a animarnos a transitar y delinear una ESI situada que se nutra de prácticas pedagógicas emancipatorias para empoderar tanto a NNyA como a la comunidad educativa en su totalidad.

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